miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ana Karenina, el mamarracho de Vronsky no te merecía


De los personajes de ficción, mejor dicho, de las heroínas de ficción, mí favorita ha sido siempre Ana Karenina. Aquel ser espléndido que León Tolstói creó en un folletín por entregas que se publicaba puntualmente en un periódico ruso.

1848, León Tolstói a los 20 años
De Ana me gusta su rebeldía contra la sumisión de las mujeres a todo lo irracional.
Me disgusta, en cambio, que al final de la obra, no sepa perdonarse y acabe arrojándose a las vías del tren.

Aunque tal vez toda la trama no pudiese tener otro final.
Ella no podía perdonarse. Pero, su creador Tolstói, tampoco podría haberlo hecho.

La emancipación de la mujer, en aquellos momentos, era tan sólo un pequeño embrión levemente intuido por muy pocos intelectuales.

Por ello Tolstói sólo pudo limitarse a transformar, a través de ella, el sentimiento abstracto del amor, en una fuerza pasional desmesurada.

Pero al final aquella libertad, aquella osadía que le ha concedido al personaje de Ana, - seamos realistas - sólo podía redimirse por medio del suicidio.

Su victoria extenuada a duras penas puede llegar a la estación. Luego, la pluma del autor la destruye sin la menor vacilación : La adúltera debe morir.

Sin embargo esa mujer enamorada hasta las trancas, y hasta la negación extrema de su propia vida, dieron cuerpo a un valor, a una rebeldía nueva, que ni siquiera hoy en día ha podido superarse.

Ana representa magnífica el papel para el que ha sido creada. Incluso en el momento en que se chuta con láudano, nos hace defender su postura.

Sigue siendo una mujer bella y un alma bella.
Sigue amando al margen de un quietismo social arbitrario y aburrido que, aún a día de hoy, nos ataca los nervios...

"¡Te adoro, Ana! Mis heroínas siempre han sido destructoras de la injusticia y de todo lo viejo.
Has amado sin la menor vacilación.
Aunque para ello, tuvieras que renunciar a tu hijo, a tu posición y a tu virtud..."

Lo malo es que quando Ana se transforma en una adicta, comienza su declive.


Ya es sólo una proscrita aferrada a un amor que se extingue y a un sentimiento de soledad impotente...

"Porque el mamarracho de Vronsky, querida mía, no te merecía. Al menos en mi lógica particular, no hay una sola idea, no hay un amor que merezca la muerte. No hay ninguna muerte bella por mucho que ya lo estuvieran proclamando llenos de ideales los conspiradores de la Nueva Revolución."

No hay nada más revelador a este respecto que las pisadas de zar Putín sobre la alfombra roja del Kremlin.

Revuelta decembrista 26/12/1825
Según una pintura de Vasily Timm
¿De qué sirvió en 1825 la muerte de los miles de insurrectos que fueron cañoneados en la plaza del Senado en San Petersburgo?
Como todas las victimas de todas las revoluciones resultaron ostensiblemente ineficaces.

Porque el amor y las revoluciones tienen tres premisas : hay que crearlo, hay que conducirlo y hay que rentabilizarlo. No conozco ninguna revolución que haya sido rentable.

Por mucho que se nos diga que la Revolución Francesa nos convertió en ciudadanos...¿A quién? ¿A nosotros o a los banqueros?



Tampoco conozco un desamor que merezca una lágrima y menos que nos lancemos a la vía de un tren...


"Ana querida, sí hubieras sido creada un poco más tarde, sería ese - Don Juan sin mollera - que te robó el corazón, quien merecería desesperarse por haberte perdido."




Por eso te dedico mi gorro.


Sin duda lo hubieras llevado sobre tu cabeza, con todo el poder de esa belleza espléndida que te concedió la pluma de tu creador.


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