Santiago de Compostela
Una biografía no está completa si uno omite nombrar el lugar donde nació.
Yo he tenido la inmensa suerte de nacer en una ciudad muy hermosa :
Santiago de Compostela.
Y me siento orgullosa de ello porque las rancias y caducas tesis del nacionalismo me rocen la piel...¡No soy tan majadera!
Como decía mi adorado Schopenhauer, "nacionalista es aquel que se siente orgulloso de un sitio en el que nace por causalidad, cuando no tiene otras cosas de las cuales enorgullecerse."
Si hablo de Santiago es desde otra perspectiva.
Hablo, o puedo hablar de sus muchos encantos, de su hermosa historia, de su gastronomía o de la armonía del conjunto granítico de sus edificios.
Hablo de una sinfonía en piedra que jamás podrá dejarnos indiferente.
Porque a decir verdad, esta ciudad fue hecha por el devenir de los siglos.
Pero también, por la certeza redención de los muchos peregrinos que acudían a postrarse a los pies de su Apóstol.
Por ello Santiago guarda una relación tan sincera entre los hombres y la fe.
Es en definitiva la herencia de grandes sentimentales o de simples viajeros.
Sus muros rezuman culpabilidad, esperanza o ansias de perdón.
Con la pátina sincera de los que creen y creían ciegamente en la redención de un mundo venidero.
El hecho es que ya desde tiempos remotos, existía un camino europeo (el propio Aristóteles habla de ello) por donde los peregrinos acudían en masa para adorar la muerte del sol en el cabo de Finisterre.
Porque en efecto allí terminaba la tierra. Más allá, sólo estaba la nada y el mar.
Las costas gallegas eran el límite del mundo conocido.
Pero las cosas fueron mucho más lejos cuando en la Edad Media, un obispo sentado en la comodidad dogmática de su fe, declaró que en este lugar de la tierra se habían encontrado los restos del Apóstel Santiago.
Así fue como este gran visionario, colocó el "Campo de la Estrella" (Compostela) entre la razón y a sinrazón, entre la historia y la eternidad.
Porque las religiones, si algo tienen en común, es que pueden superponerse unas sobre las otras, sin ningún cambio brusco.
Se cambian los personajes y las normas. El sol, o Santiago...¡Que más da!
Sólo hay una lógica : apaciguar el temor del hombre ante la muerte.
A partir de este momento, los nuevos creyentes se ponen en marcha.
Y esa masa de caminantes llega por fin al monte de La Bacolla (lava cojones).
Desde allí se divisa la ciudad de sus sueños. Se asean un poco (más bien poco) y después de un breve descanso, recorren esperanzados el último tramo del camino.
Y digo que se aseaban poco, porque en la Catedral hay que inventar un artilugio que expanda el olor del incienso y camufle los olores de la naturaleza : es el famoso "Botafumeiro" que aún hoy expande sus aromas sobre los hombres de buena fe que se postran ante el Apóstol.
Y comienza la construcción de la Catedral.
A ella llega la primera plata que viene de México y con ella se construye un altar de plata maciza.
Llegan también desde Guatemala los extraños dibujos de las pirámides de Tikal y los constructores del edificio no tienen problema en hacer dos torres a semejanza de ellas. Se construye el Pórtico de la Gloria y al final esa fachada barroca que justifica la razón de todo el edificio.
Desde aquí se inicia todo el recorrido por la zona antigua.
La calle del Franco trata de definirse como el compendio de toda la gastronomía de la ciudad. ¡Ojo, algunos bares pueden resultar un cazadero de turistas!
La mucha demanda puede destruir los buenos principios.
Aún así, no se conoce el verdadero latir de la ciudad, sin haberla recorrido.
Pero, como en todas las ciudades turísticas hay que alejarse de los jugares masificados y caminar un poco más.
Hay que llegar hasta los jardines de Bonaval y aspirar toda su fascinación romántica.
Hay que perderse por el mercado. Tomar un café con churros en el Universal y pedir que nos informen debidamente sobre los verdaderos templos de la gastronomía gallega.
Los buenos viajes se hacen con una planificación systemática, pero a la vez, aceptando propuestas que no están en las guías y tratando de descubrir el verdadero sentido de las cosas.
A veces hay que vivir a despecho de la lógica con el propósito de aspirar lo más bello que pueda tener una ciudad : el latir de su verdadera alma.
E insisto, mi ciudad tiene un alma europeísta, racional, irracional y barroca.
Fue construida por muchos y por ello es la herencia de todos.
Está abierta a los que lo razonan todo, a los que se lo cuestionan todo, o a los que sólo les preocupa la fe.
Por ello en nombre de su belleza y su historia, os invito de todo corazón a visitarla.
![]() |
Dos Reis restaurante, Hostel dos Reís Católicos |